En verdad te digo, Lucas, que yo soy tu padre y a él le encontré en la calle
Era 1977, es decir, hace mucho tiempo, y en una España que no la reconocería ni la madre que la parió, o lo que viene a ser lo mismo, una galaxia muy, muy lejana. No existía el vídeo, desde luego, y la tele -al menos la mía- era en blanco y negro y con un solo canal, ya que jamás conseguimos sintonizar la segunda cadena.
De aquella sesión de cine recuerdo haber salido con los ojos como C3PO. Hipnotizado. ¿Y después? Después vendría la búsqueda de merchandising y tebeos para recordar imágenes, personajes, naves... porque en aquel entonces no venía el DVD a los pocos meses. De hecho yo pensaba que jamás volvería a ver esas películas.
Recuerdo también las elucubraciones viva voz mientras caminaba de la mano de mi hermano. "¿Tú crees que yo podría entender también a Chewbacca, como Han Solo? ¿Y a R2-D2? ¿A qué velocidad se salta al hiperespacio?". Es más: durante un buen tiempo -meses- recuerdo haberle dado la tabarra a mi hermano -juro que es verdad, no sé si Rufio recordará esto- para que, utilizando como materia prima un seiscientos que había abandonado en mi calle desde hacía meses, nos construyera a Rufio y a mí sendos robots R2 (es obvio que, en el Año Veinte antes de Bricomanía, yo tenía una fe ciega en las posibilidades de mi hermano con un par de martillos).
Un par de años más tarde Javier Lorenzo (Javi Vox), que ahora es guitarra del grupo Second, me enseñó en clase de dibujo a hacer el Halcón Milenario y Destructores Imperiales a base de triangulitos con gorromoños en espiral dibujados dentro. Era la misma época en que jugar a los marcianos significaba doblar un folio en dos "campos" imaginarios, dibujar en cada campo a lápiz naves espaciales y "calcar" los impactos para ver si le "dabas" a tu oponente.
También era, claro, el Año Veinte antes de PlayStation.
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