A la gente le suele resultar increíble Superman. Puede volar, mover montañas, imitar bastante bien en el aire a un pájaro o a un avión -hasta el punto de ser confundido habitualmente con ellos- y su repertorio de poderes incluye, lo creáis o no, el superaliento y la superventriloquía.
Pero para increíble, increíble, Clark Kent. Aparte de la crítica evidente y ya tópica de cómo unas gafas de pasta pueden hacerte irreconocible ante todos aquellos que a diario te tratan en tus dos identidades, hay una serie de características que hacen de Clark un personaje mucho más extraño e inverosímil que Superman:
En primer lugar, Clark Kent llega de Kansas y consigue en su primer día en la gran ciudad convertirse en reportero estrella de un diario, el Planet, que debe ser algo así como el New York Times. Así por las buenas. Gracias a la serie Smallville sabemos que colaboró –ni siquiera editó- en el periódico de su instituto: un currículum brutal que hace a cualquier redactor jefe hincar sus rodillas en el suelo cual Saulo de Tarso.
En segundo lugar, y teniendo en cuenta que el espectro de ocupaciones de Superman abarca desde ayudar en grandes desastres hasta bajar un gato de un árbol, Clark Kent siempre está ausentándose de su puesto de trabajo con los motivos más peregrinos. Pese a ello no sólo no lo han despedido sino que ni siquiera lo han amonestado. “Bien, es un reportero, está por ahí en busca de noticias”. Cierto, tener la exclusiva sobre Superman garantiza buenos contenidos... salvo en el caso del gato.
En tercer lugar, Kent siempre lleva buenos trajes, completos y muy bien planchados, que deben valer una pasta –incluso para un reportero de su “caché”- y que tira a diario por cualquier parte. Me imagino a los habitantes de Metrópolis mirando en las cabinas en busca de corbatas. Y a Lois: “Ahora lo entiendo todo, Jimmy... ¡Superman es Carrascal! ¡Premio Pulitzer, allá voy!”
Lo que nos lleva al cambio de traje y a la dichosa cabina telefónica. Si el vídeo mató a la estrella de la radio, ¿la era del móvil es el fin de Superman? Sea cual sea la respuesta, una cosa está clara: la capacidad para quitarse un Armani -con chaleco y corbata incluidos- dentro de una cabina, o para ocultar una capa de metro ochenta de largo por un metro de ancho bajo una camisa de algodón y unos pantalones planchados a raya, son grandes superpoderes en sí mismos.