viernes, 21 de septiembre de 2007

Viaje al valle de Tuscany

Primera parte: el idioma.

Una de las cosas buenas irse de viaje a La Toscana es que entenderte con los aborígenes no supone un gran problema. De hecho los italianos nos han copiado un montón de palabras: pizza, espagueti, Martini, Valentino Rossi... Pero ojo, porque te confías con que todo es tan igual (que la cosas pueden ser muy iguales o poco iguales) y luego te llevas alguna sorpresa. Tras tres horas de autovía, cuando se suponía que el trayecto era sólo de cuarenta minutos, y tras divisar los primeros carteles escritos en alemán alguien dice en la furgoneta: "¿Y a si Florencia no le llaman Florencia?"... Coño, Roma es Roma, Pisa es Pisa, Genova es Genova. Pero a Florencia le dicen Firenze. Hay que ser cabrón.

Cuando ya le coges el tranquillo a lo del italiano te das cuenta de que todo se reduce a cuatro palabras: prego, escussi, grache y alora. Tanto si acabas de empujar a una anciana en el supermercado como si quieres ligarte a ese carabiniere que te está esposando dices una combinación al azar de esas cuatro palabras y pareces de la misma toscana.

Y siempre tienes el socorrido recurso de decir la palabra en castellano pero terminada en "i", que es poco efectivo pero te echas unas risas. Es un poner: le pides al camarero una cucharini para la bambina. Pues el tío ni se entera, y eso que está viendo a la bambina tomarse el potito a gallete.

Y en el próximo capítulo: la comida. Grache. Prego. Alora.

1 comentario:

Manuel Martínez dijo...

Jajaja...molto tutto graciosi pavarotti!