Capítulo 2: Criar una hija.
Cuando paseas en brazos a una zagala de 10 kilos el recorrido no lo eliges tú. Si ella quiere ir a un determinado lugar cimbreará hasta conseguir que la lleves a él. La otra opción, la de no hacerle caso, tiene como resultado seguro un hombro dislocado. El tuyo, por supuesto.
Los cuadros que hay por las paredes de mi casa, casi todo láminas enmarcadas, tienen un tremendo poder de atracción sobre mi retoño. ¿Un precoz gusto por el arte, quizás?... Un precoz gusto por aporrearlos, más bien. En el estudio tengo colgada una vieja acuarela de Manolom, de su etapa pirata. Es ésta:
Un buen día, al pasar cerca de ella, Sara empezó su típico movimiento de "ahí vamos". Qué remedio. La sorpresa fue que en vez de darle los habituales mamporros va la tía y le casca un sonoro beso. El gen "fan de Manolom" se había transmitido de padre a hija. Qué coño, se había multiplicado: yo nunca le he dado un beso a un dibujo suyo. Bueno, al menos nunca admitiré haberlo hecho.
Así pasaron los días, y siempre que nos acercábamos a la acuarela de marras la niña le propinaba un estupendo beso, e incluso fue perfeccionando su ejecución hasta el punto de causarnos cierta envidia malsana a su madre y a mí, tal era el sentimiento que ponía la enana en el asunto. Se podría decir que mi hija adoraba ese dibujo.
Otro buen día, estando en casa de mis suegros, la abuela paseaba a la nieta por toda la casa. Al ir a buscarlas a la habitación de los abuelitos, fui testigo de la escena que resolvía el misterio. Mientras su abuela le decía "es el Señor" mi hija besaba con fruición una imagen enmarcada de un Corazón de Jesús. Es el Señor.
Así que el adoctrinamiento religioso de mi suegra, según sus propias palabras "alguien debía hacerlo", era la causa de que Sara besara a un pirata con barba.
Ahora procuramos no pasear por la zona de los puestos de los jipis, porque nos resulta algo violento ir besando absolutamente todas las camisetas del Ché. Y hemos decidido con todo el dolor de nuestro corazón que no iremos a ningún mitin de Rajoy, más que nada para que no me hostien sus guardaespaldas cuando nos lancemos como posesos a su cuello. Y yo luzco una hermosa barba, pero no consigo que me dé un beso como esos.